La Culebra y la Zorra
Un campesino encontró una tarde, de regreso a su casa, un grueso tronco de árbol aplastando a una serpiente. Era hermosa la culebra, con grandes manchas negras sobre la piel amarilla. Sus ojitos brillaban en la ancha cabeza abatida.
Compadecido el hombre levanto el tronco, después de grandes esfuerzos, y quedo libre la serpiente. El reptil se recogió, se hizo un ovillo y le dijo:
— ¡Que hambre Tengo! Te voy a comer.
— No puede ser, repuso el campesino, pagas un bien con un mal. Busquemos un juez que decida esto.
Aceptó la culebra y caminando hallaron un perro flaco. Lo pusieron en autos y falló:
— Muy bien pensado, culebra; yo de joven cuidaba la chacra y tenía buena comida; ahora que soy viejo me han echado de la casa y tengo que vagar por los campos. Es decir que me han pagado un bien con un mal.
— Busquemos otro juez, dijo el pobre hombre.
— Bien, contesto la serpiente, pero será el último.
Se encaminaron al Machay y allí encontraron a la zorra. Fue informada de todo. Mientras le contaban escucho sobre sus patas traseras; cuando terminaron de hablar dijo:
— Bien, mas yo necesito, para fallar en justicia, reconstruir los hechos. Debemos ir al sitio donde sucedió todo.
Y sobre el terreno, conforme a lo estipulado, se colocó la serpiente en actitud y el hombre puso sobre ella el pesado tronco.
— En efecto, así estaba, dijo la serpiente. ¿Que fallas?
La zorra miro largamente al campesino y le dijo:
— Allí la tienes de nuevo presa, ¿en que piensas?