¡Mamita Jamanán!
Acá conocerás el origen de la emblemática frase: ¡Mamita Jamanán! que dio paso a la creación de la Ciudad de Chacas del departamento de Ancash.
Leyenda de la fundación de la ciudad de Chacas
En las extensas faldas de los cerros de Huayá, Camchas, Lucmabamba, Patarcocha y Huacuy, estribaciones orientales de la Cordillera Blanca, desde tiempo antiguo se sustentaban gran cantidad de ganado. Cuatro familias unidas poseían estos dominios; los Rupay, los Janampas, los Yashaj y los Maki. El escaso número de sus miembros, hasta entonces, no les había permitido fundar una aldea, no obstante, sus deseos de hacer de uno de esos lugares el centro de la comarca, y, sobre todo, la falta de entendimiento respecto al lugar donde deberían ubicar la aldea, porque cada cual quería que se hiciese en su respectivo dominio, les había dificultado más seriamente. Las cuatro familias, aunque unidas para la defensa de sus pastizales y el común provecho de ellos, permanecían separadas cada una en las faldas donde desde tiempo inmemorial estaban establecidas sus dominios.
En cierta ocasión, después de concurrir al centro de adoctrinamiento donde se les dió a conocer sobre la bondad de Dios y de los milagros que otorga a los buenos cristianos que tienen una Iglesia, los más entusiastas querían construir una Capilla en sus dominios, pero, las discrepancias respecto del lugar, nuevamente, había sido dificultad para realizar el proyecto.
Mucho tiempo pasaron en desacuerdo, sin que nada hiciera nada al respecto para emprender la obra deseada, hasta que, en un inesperado día, una milagrosa aparicion vino a decidirlo todo, y las cuatro familias, ganadas por un sentimiento religioso se dispusieron a la edificación de una Iglesia y con ella a la fundación de un nuevo pueblo.
Era una tarde cuando el sol ya débilmente iba apagándose en las cumbres, y de las quebradas lejanas, una sombra espesa comenzaba a crecer abrazándose a los flancos de las colinas, momento en que los rebaños antes de recogerse a sus corrales, marchaban sosegadamente a las voces de los pastores hacia la hondonada que circundan los cerros de Huayá, Camchas, Lucmabamba, Patarcocha y Huacuy, lugar pantanoso y entrecruzado de zanjas, algunas de ellas profundas y donde se abre hacia la margen derecha del río Chupin, como una boca tierna y fresca, una pequeña fuente de aguas cristalinas que servía de abrevadero a todos los rebaños, de pronto estos se vieron confundidos y arremolinados sin querer continuar su marcha.
La aparición…
Los pastores que esta vez eran cuatro niños pertenecientes a las cuatro familias, extrañados de tan inusitado hecho, al escrutar el llano para informarse del motivo que tan raramente impedía la marcha de sus rebaños, alcanzaron a distinguir a la orilla del manantial y hacia el lado de la peña que se levanta solitaria en la hondonada una mujer con un niño al lado dedicada a un agitado lavar de ropas.
Llamados en su atención, sobre todo después de convencerse de que aquella mujer no advertía las llamadas que le hacían a grandes voces y silbidos, los cuatro pastorcillos decidieron acercarse a tan curiosa persona para increparle de su imprudencia. Pero extraño hecho, pronto advirtieron. La mujer que se dedicaba al lavado, de pronto se quedó erguida y en forma estática. Los niños que no esperaban esta transformación, se sorprendieron del raro fenómeno y espantados echaron a correr hacia el rebaño. Reunidos aquí, y temerosos de que un fantasma fuera, acordaron ir a avisar a sus padres y tomando cuatro direcciones distintas en precipitada carrera fueron a sus chozas.
La llegada inesperada de los niños alarmó a las familias quienes no podían entender qué fenómeno extraño podía haberse presentado en esos lugares, Escucharon también impresionados el relato y movidos todos por la sorpresa acudieron luego a la fuente.
En efecto, desde la distancia divisaron que sobre una grada de la peña se erguía una mujer teniendo a un niño en un brazo. Y desvanecido todo temor se dirigieron hacia ella. Las cuatro familias se dieron el encuentro y juntas avanzaron hacia la peña, pero cuando ya se encontraban muy cerca de ella, una honda impresión los detuvo a todos. Sobre la grada la imagen de una Virgen se presentaba a sus ojos y detrás de ella parecía resplandecer una pálida luz. Los absortos pastores que de un milagro ya no dudaron, pronunciaron emocionados: ¡Es una Virgen! y cayeron todos de rodillas.
Sobre las altas colinas un ligero resplandor iluminaba los contornos y en un rincón del llano el rebaño iba tomando un sosegado descanso.
Momentos después, cumplida la veneración a la Virgen y los ruegos al Señor por el milagro que les había deparado, las cuatro familias acordaron construir una Iglesia expresando al unísono Mashoj Marca, como lugar, partiendo todos a empezar inmediatamente la obra.
Pocos días bastó para concluir la fábrica y terminados los últimos arreglos, una fiesta organizaron para celebrar la colocación de la imagen.
Precedidos de músicos y danzantes marcharon los pastores hacia la Virgen y cumplida la ceremonia de adoración, los cuatro jefes de las majadas procedieron a bajar la imagen.
La obra no fue difícil, pero al quedar desocupada la peña, un nuevo motivo de admiración paralizó a la concurrencia. Sobre la porosa y dura piedra dos huellas de pies, una de mujer y otra de niño, se descubrieron al instante ante los ojos maravillados de todos los asistentes que nuevamente emocionados cayeron de rodillas expresando:
El traslado y la colocación que después llevaron a cabo todo lo cumplieron sin mayores dificultades y dentro de la más severa unción religiosa, pero al día siguiente cuando más jubilosos estuvieron a venerar a la imagen, se encontraron con que la Virgen había desaparecido. Nadie podía explicarse cómo; la buscaron por todos los lugares aledaños, creyendo que algún profano la hubiese ocultado, pero por ninguno de esos lugares la hallaron. Muy apesadumbrados y juzgando que la Virgen los hubiese abandonado marcharon todos desconcertados hacia la peña para implorar su retorno, aunque ya sin esperanzas de poderla tener. Cuando un hecho maravilloso percibieron.
Sobre la misma peña la imagen descansaba como la vez anterior. Juzgaron entonces que manos misteriosas la hubiesen trasladado durante la noche para causarles esa pesadumbre, y no sin hacer promesa de velarla en adelante, procedieron, regocijados a trasladarla nuevamente a la Iglesia, ¡pero misterio anonadante!, el caso se repitió a pesar de sus cuidados, sin que ellos lo notaran. Entonces, muy contristados pensaron que no habían entendido la voluntad de la Virgen y de que esas huidas, les decían bien de que no otro lugar debería ser el de su templo que aquél donde había hecho su aparición y a donde retornaba persistentemente.
Convenido en ejecutar la nueva obra, procedieron inmediatamente a llevarla a cabo. El terreno no era apropiado, los lugares vecinos demasiado pantanosos pero los trabajos se emprendieron sin la menor dificultad, sólo la fuente resultó imposible de desecarse y la peña también imposible de retirarla, pero ninguna de ellas dificultaba la obra por lo que ambos incidentes no pudieron sino dejarlos dentro del templo. Terminada la obra como había sido de espera procedieron a la colocación y al arreglo de la Virgen sin el menor contratiempo.
Por varios días, sin embargo, las cuatro familias se mantuvieron al cuidado de la virgen, y como se convencieran de que ya no había motivo de temor respecto de la desaparición de la imagen ni de ninguna otra exigencia de la Virgen, dándose por satisfechos de su obra, pensaron entonces que tampoco era dable de que ellos la abandonasen a la soledad y a la sola visita. Juzgando de que la Virgen había venido a ellos y la Iglesia se había construido a su voluntad y a su protección, era de necesidad de que todos se avecindasen a su torno y constituyesen el pueblo que por mucho tiempo habían querido y sólo por discrepancias respecto al lugar no lo habían logrado.
Entendida esta necesidad imperiosa, las cuatro familias acordaron inmediatamente trasladar sus casas al llano, al rededor del templo y en dirección al lugar de donde procedían: Makis y Janampas a un costado y Rupays y Yoshajs al otro, con lo que andando el tiempo constituirían los dos barrios de la ciudad: Chacas y Macuash y que por desarrollar más el primero impondría su nombre al pueblo.
Los misioneros que a poco llagaron a la comarca pronto fueron informados de esta aparición y de la Iglesia construida y trasladados al lugar donde oficiaron una ceremoniosa misa, exaltando el espíritu religioso de los pastores, les reveló que aquella Virgen aparecida era la Virgen de la Asunción y a quién debían reconocerla Patrona del pueblo.
Desde entonces todos los vecinos de Chacas siguen reconociendo a la Virgen de la Asunción, patrona del pueblo, y al lugar donde se ha erigido el templo donde se encuentran la fuente de aguas cristalinas y la peña con dos huellas de pies, siguen llamándolo devotamente Mamita Jamanán.
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Escrito por Justo Fernández Cuenca.
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